viernes, 21 de marzo de 2008

La pasión política de Judas

Tomado del periódico El PAIS

JAVIER OTAOLA 19/03/2008

Se cree que Judas, conocido como el Traidor, procedía de Cariot en Judá. Era el encargado de administrar las limosnas (Jn. 13:29). De acuerdo con la tesis del autor inglés A. Burgess en El hombre de Nazareth era un nacionalista judío que creyó realmente que Jesús encabezaría una rebelión popular contra los ocupantes romanos.

La conducta extraña de Jesús y sobre todo su deriva propugnando una espiritualidad del amor incluso respecto de los enemigos, su condescendencia con las tropas de ocupación y con los publicanos -odiosos colaboracionistas que se enriquecían con la ocupación- tuvieron que desesperar a Judas, por lo que llegó a la conclusión de que el mensaje de Cristo era contraproducente para la liberación de Judea y a la postre abandonista.

A partir de ese cálculo político se justifica a sí mismo la traición, aunque en realidad él no lo entregó a los romanos, sino a las autoridades religiosas del judaísmo, los que conservaban la legitimidad nacional del pueblo elegido; una vez entregado Jesús -su querido Rabí y amigo- sintió remordimientos, lo que demuestra que después de todo amó a Cristo; y sus remordimientos le llevaron a suicidarse ahorcándose en una higuera.

"Entonces Satanás entró en Judas, uno de los doce discípulos, al que llamaban Iscariote. (4) Éste fue a ver a los jefes de los sacerdotes y a los oficiales del templo, y habló con ellos sobre cómo entregarles a Jesús. (5) Ellos se alegraron y prometieron darle dinero a Judas. (6) Y él aceptó y comenzó a buscar un momento oportuno, en que no hubiera gente, para entregarles a Jesús". (Lucas 22, 3-6)

No es de extrañar que la figura de Judas haya despertado el interés de la literatura y que haya obsesionado precisamente a los denominados autores cristianos; se da en Judas la paradójica condición de ser traidor al amor de Cristo, pero al mismo tiempo su traición es el paso obligado para el sacrificio de la Redención.

Abominable y sin embargo necesario. Bernanos representa muy bien esa ambigua consideración sobre Judas: el famoso novelista católico-romano siendo joven, en un arrebato de patetismo que cuadra bien con su estilo teatral encargó una serie de misas por la salvación de Judas. ¡Qué maravilloso gesto!

A pesar de que muchos autores consideran un enigma psicológico el móvil de la traición de Judas y de que el Evangelio no da detalles que permitan establecer sus motivaciones, a mi juicio la motivación política de la que habla Burgess parece la más convincente en un personaje apodado el zelota, es decir, perteneciente a la minoría radical, celosa de la independencia de Judea. Era lo que hoy podríamos denominar un nacionalista radical que exigía que Jesús fuera ese Mesías-Rey y Liberador que la tradición judía esperaba.

En el Evangelio de Juan se sugiere su codicia, por el hecho de que fuera el tesorero del grupo; es conocida la protesta de Judas porque Cristo permite que la Magdalena gaste un perfume con el que le unge los pies. En esa escena la preocupación económica es más bien altruista que fruto de la codicia; lo que le mueve a Judas es precisamente la consideración política y militante del mesianismo de Jesús que no debiera permitirse esas indulgencias.

El Dante le reserva a Judas en su Infierno el Noveno Círculo, aquél reservado a los traidores donde el propio Lucifer tiene su cuartel general. Burgess, sin embargo, intenta otra mirada sobre Judas, descubriendo que fue no tanto un traidor -que lo fue- como un decepcionado, Judas, el patriota.

En Euskadi, sin querer hacer comparaciones políticas, zelota sería traducido como abertzale. Judas fue un resistente a la ocupación romana que pensó que Jesús venía efectivamente a encabezar una rebelión política contra los invasores, que Jesús era el Mesías vencedor y guerrero que instauraría un reino de justicia en un Israel independiente gobernado por la estirpe del Rey David. Cual no sería su decepción cuando detrás de los milagros de Jesús vio que no había una vocación de poder: "Mi reino no es de este mundo".

El Reino que Judas esperaba, en cambio, sí era de este mundo pero sólo valía treinta monedas de plata.

Javier Otaola es el Defensor del Ciudadano de Vitoria-Gasteiz y autor de Laicidad, una estrategia para la libertad. Ed. Bellaterra. Barcelona.


La tesis defendida aqui no es nada desabellada. El artículo no dice mucho, pero la idea de que Judas traiciona a Jesús porque confundió su mensaje de amor con un mensaje de rebelión es acertada. No obstante, no debemos olvidar la relación afetiva que unía a Jesus y Judas. Eran amigos, y el impulso que le hizo traicionarle nos hace preguntarnos si Jesús no le habría pedido a Judas la traición, o le hubiese llevado a hacerla... seamos francos, Judas fue la pieza clave en el calvario de Jesús, sin él no se habría dado nunca.

martes, 4 de marzo de 2008

El laicismo aún espera su turno

Transcribo un artículo aparecido en El Pais el 24 de enero de 2008. No tiene desperdicio, lo comentaré en un post próximo.

M. ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO 24/01/2008

La sociedad española se ha secularizado: en 1978, el 90% de los españoles se declaraba católico practicante; en 2004, sólo el 28,4% de los católicos reconocía cumplir habitualmente con los preceptos de su fe. Sin embargo, el cordón umbilical que conecta a la Iglesia católica con el Estado permanece intacto, pese a la aconfesionalidad que ordena la Constitución (artículo 16.3: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal").

La noticia en otros webs

¿Es éste un Estado laico o confesional? Ni siquiera los expertos coinciden

"El laicismo no es antirreligioso", afirma el sociólogo Díaz-Salazar

La desigualdad de trato hacia el resto de confesiones está en cuestión

El Estado dejará de ingresar el 0,7% del IRPF, que irá a parar a la Iglesia

Los católicos de base son contarios a la financiación estatal de la Iglesia

No se revisarán los acuerdos con el Vaticano, según la vecepresidenta

Funerales de Estado católicos, tomas de posesión de cargos públicos presididas por crucifijos o manifestaciones callejeras de prelados y sacerdotes son claros indicios de que España dista de ser un Estado laico. Si consideramos también la financiación de la Iglesia, los argumentos para los defensores de una completa separación de poderes se multiplican. Propuestas laicistas -algunas con marcha atrás, como la creación de un Observatorio de la Laicidad por parte del PSOE- se hacen más hueco a medida que arrecian el ruido de cirios y los anatemas mediáticos.

El silencio que provoca la mención de la palabra Iglesia ante determinados interlocutores -¿cautela? ¿prudencia o cálculo de rédito electoral?-, resulta mucho más clamoroso que el ruido mediático provocado por las manifestaciones en defensa de la familia o contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía, por citar sólo dos cruzadas recientes contra la degeneración moral que, en opinión de la curia, implican varias leyes aprobadas en la última legislatura (a la cabeza, la del matrimonio homosexual). Lejos de un debate sosegado, las posturas aparecen cada vez más enconadas. ¿Y si el presupuesto teórico para el debate fuese la misma denominación del Estado? ¿España es un Estado laico o un Estado aconfesional? Ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo al respecto. El sociólogo Rafael Díaz-Salazar, de la Universidad Complutense de Madrid, acaba de publicar el libro España laica (Espasa). "La Constitución establece la aconfesionalidad del Estado y la cooperación activa con las instituciones religiosas. No tenemos el orden constitucional de Francia, sino una laicidad de autonomía del orden político y jurídico y, a la vez, de reconocimiento público de las comunidades religiosas y de colaboración con ellas. Pero es más aconfesional que laico, sí", explica este especialista en sociología de la religión, para quien laicidad equivale a ciudadanía, a sociedad civil, a convivencia plural y nacional, a más y mejor democracia, en suma.

"El proyecto laico no es antirreligioso. Su fin es fortalecer una ciudadanía moral y socialmente activa y a ello pueden contribuir las religiones y las iglesias". ¿No sostienen lo contrario las críticas de los obispos? "El laicismo quiere una ciudadanía moralmente robusta y activa, pero la moral no depende de la religión: hay mucha gente que no es religiosa, pero sí muy moral. Esa barbaridad del obispo García-Gasco de que el laicismo mina la democracia, es justo al revés: el laicismo refuerza la base moral de la democracia".

Resistencias como la que suscita la asignatura de Educación para la Ciudadanía han de ser vistas como "la expresión de un fundamentalismo ético-religioso que pretende tener el monopolio de la moral y la educación", dice Díaz-Salazar. Además, "los objetores no llegan a los 15.000 en España. Eso, dentro de más de 11 millones de católicos, no es nada. La Iglesia no está en contra de la asignatura, son 20, 40 obispos con esos 15.000, no más". "El laicismo sólo es antieclesial y antirreligioso cuando una religión, una Iglesia, se oponen al pluralismo moral, a la autonomía moral, a la autonomía política. Entonces sí, pero su proyecto no es ése", dice.

De laicismo entiende mucho también Victorino Mayoral, abogado y diputado socialista, además de presidente de la Fundación Cives y la Liga Española de la Educación y la Cultura Popular, dos plataformas laicas que demandan la completa separación de Iglesia y Estado, empezando por "la revisión de los acuerdos con la Santa Sede". Mayoral, una de las voces más críticas del PSOE, sostiene que el español es un Estado laico, "porque la Constitución no utiliza en ningún lugar expresamente el término aconfesional. Es más, el Tribunal Constitucional ha sancionado el uso de la denominación "laico" aplicada al Estado".

La desigualdad en el trato que reciben la Iglesia católica, por un lado, y el resto de confesiones de notorio arraigo (musulmanes, protestantes, judíos y, desde 2007, Testigos de Jehová y mormones) es un hecho relevante para Mayoral por discriminatorio, aunque considera que no es de recibo "pasar de un Estado confesional a un Estado pluriconfesional". También constata negativamente el hecho de que todas las constituciones españolas, salvo la de la II República, hayan hecho un hueco a la religión, es decir, a la Iglesia católica. "La transición hacia el Estado laico está pendiente", afirma. Para ello, para emprender ese camino -¿sin retorno?-, el diputado socialista propone los siguientes pasos: "Primero, una ley de libertad religiosa real, donde no sólo esté garantizada la libertad de creencia, sino también la igualdad de las creencias. Segundo, la revisión de los acuerdos con la Santa Sede. Por último, un estatuto de laicidad que garantice la neutralidad de las confesiones". "No hay un género intermedio entre Estado aconfesional y Estado laico".

De todos los vínculos existentes entre la Iglesia y el Estado, el de la financiación de la primera supone, para algunos, una muestra de anticonstitucionalidad. El nuevo modelo de asignación tributaria, aprobado en 2006 y que se aplicará este año por primera vez en la declaración de la renta de 2007, consiste en un porcentaje fijo (el 0,7% del IRPF) y entra en vigor sin fecha de caducidad. Para el jurista Alejandro Torres, "eso hace pensar que será una asignación por tiempo indefinido, lo que convierte en letra muerta el compromiso de autofinanciación que la Iglesia suscribió en 1979". Ese año, el Estado y la Santa Sede firmaron unos acuerdos que sustituían al Concordato de 1953, y que siguen vigentes como marco de relación.

Torres, profesor de Derecho Público de la Universidad Pública de Navarra, no duda en calificar de anticonstitucional este modelo. "Además de que supone una minoración de los ingresos públicos -el Estado deja de ingresar el 0,7%-, es discriminatorio para el resto de confesiones religiosas, que reciben mucho menos dinero y además con un ámbito de aplicación más restringido: por ejemplo, no pueden pagar a sus ministros. La Iglesia católica, en cambio, no tiene ninguna limitación a la hora de gastarlo".

Se calcula que la Iglesia va a recibir por esta vía unos 144 millones de euros. Eso equivale, por ejemplo, a 40.932 nuevas plazas de escuela (con un coste estimado de 3.518 euros cada una); 48 kilómetros de autovía (a tres millones de euros el promedio), o dos hospitales como el nuevo de Ceuta, con 240 camas y un coste de 78 millones de euros.

Con todo, según algunas fuentes, el precio de no ingresar esa cantidad -o, al revés, de no acometer obras y servicios públicos por ese importe- merece la pena en términos políticos, es decir, electorales. "La cara amable del Estado tiene un coste, y es no ingresar el 100% del IRPF. Para hacerlo, habría que revisar los acuerdos de 1979, y ello tendría un alto precio político", subraya Torres.

A menos de dos meses de las generales, la mayoría de los partidos prefiere no entrar al trapo. Preguntado por el nuevo modelo de financiación, el Partido Popular responde con un escueto: "El PP es respetuoso con ese acuerdo". El PSOE se debate entre corrientes internas prolaicistas y el discurso oficial: no habrá revisión de los acuerdos, según afirmó la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, en el Congreso. "El horizonte de autofinanciación no tiene plazo, por lo que no hay incumplimiento ninguno", señala Diego López Garrido, portavoz del grupo parlamentario socialista en la última legislatura. "El dinero se detrae de las arcas públicas, es cierto, por lo que el Estado sí financia claramente. Pero ya no está obligado a complementar, con una asignación suplementaria, lo que la Iglesia sacaba de las crucecitas [la casilla de la renta]. Y no es un modelo anticonstitucional en absoluto. El artículo 16.3 sostiene que el Estado ha de tener unas relaciones especiales con la Iglesia católica, mayoritaria en España, así que

no es para comprar a la Iglesia, que nunca ha sido más beligerante con el Gobierno que ahora", concluye López Garrido.

Izquierda Unida ha solicitado en varias ocasiones la revisión de los acuerdos. Joan Herrera, de IU-ICV, considera "una gran trampa" el modelo de financiación. "Consolidamos los privilegios de la Iglesia con un modelo que no sólo consagra la confesionalidad, sino que también resulta discriminatorio para otras confesiones. Hay que recordar que la Iglesia recibe un tratamiento fiscal privilegiado en impuestos como el de sucesiones o en las donaciones. El Gobierno se ha rendido", concluye Herrera.

Citar a la Conferencia Episcopal Española (CEE) a estas alturas del reportaje no es gratuito, ni fruto de la intención o el despiste. A finales de 2007, la CEE lanzó una campaña publicitaria para el sostenimiento económico de la Iglesia, para concienciar a los fieles de la necesidad de su contribución. Pero a la hora de pronunciarse sobre el modelo de financiación o el sostenimiento de la institución, la CEE declina hacer declaraciones y remite a EL PAÍS a unos folletos con datos económicos sobre lo que ahorra al Estado su labor asistencial y educativa, según algunos cálculos hasta 8.000 millones de euros.

La de la jerarquía no es, sin embargo, la única postura de la Iglesia española. Movimientos de base como Redes Cristianas se han manifestado en contra de la financiación. "Como católicos y como ciudadanos, pedimos que se revisen los vigentes acuerdos entre la Santa Sede y el Estado, que afectan también a otros aspectos. Además de los sueldos de obispos y sacerdotes, el Estado paga los salarios de más de 30.000 profesores de religión, los capellanes castrenses son igualmente remunerados por el Estado y su estatus debería ser también revisado, la existencia de la clase de religión en la escuela pública es objeto de controversia, etcétera", señala Evaristo Villar, portavoz de Redes Cristianas. "Después de tantos años de democracia, ¿no vamos a ser capaces de revisarlos en un ambiente de objetividad y equilibrio?", lanza al aire Villar. "En una sociedad democrática no confesional, la Iglesia católica -como cualquier otro grupo o colectivo- debe participar en la vida social española sin ningún privilegio ni acuerdo que pueda suponer un trato discriminatorio". En Alemania, por ejemplo, el kirchensteuer -impuesto religioso- permite a los länder cobrar a las iglesias por el servicio de recaudación; los contribuyentes pagan sólo si pertenecen a una confesión.

El nuevo modelo de financiación "suprime la ayuda directa que el Estado completaba a lo recaudado por la asignación tributaria a la jerarquía católica, pero aumenta esta última -cuando se marca la casilla correspondiente- del 0,52% al 0,7%. Se mantiene, por tanto, la idea de que la Iglesia está lejos de autofinanciarse y sigue pidiendo al Estado que contribuya a su mantenimiento", añaden desde Redes Cristianas. La cuestión económica sale a relucir de continuo como los meandros del Guadiana, y siempre con nombre y apellidos: autofinanciación. ¿Es ésta la clave para alcanzar la completa separación de poderes? Según algunos autores, la Iglesia se autofinancia con recursos propios en torno al 75%, aunque algunas diócesis estarían cerca del objetivo deseado. "Las diócesis más ricas, como las catalanas, las vascas o la de Madrid, podrían acercarse al 90% de autofinanciación. Las más pequeñas, las ubicadas en zonas remotas o rurales, como las de Ciudad Rodrigo y Astorga o incluso la de Valladolid, dependen mucho de la asignación tributaria", afirma José Miguel Rodríguez, profesor de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad de Valladolid. "De todos modos, la cantidad que hoy recibe la Iglesia católica, que no llega a los 150 millones de euros, no es tan importante como para que no puedan asumirla los propios fieles". La ausencia de datos claros y transparentes -"no hay depósito público de las cuentas de la Iglesia", recuerda Rodríguez- añade opacidad a una cuestión peliaguda: los límites de la "colaboración especial" con la Iglesia que consagra la Carta Magna.

FE DE ERRORES

En el reportaje El laicismo espera su turno, publicado el jueves 24, se menciona a Alejandro Torres como profesor de Derecho Público de la Universidad de Navarra, cuando lo es de la Universidad Pública de Navarra.